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“Cuando
los temas se refieren a una figura mayúscula
como la de Arturo Jauretche, podríamos hacer
un largo viaje, atravesar el país canalla, que
nace en la década infame, y terminar en los
albores de la derrota nacional. También podríamos
hacer una radiografía de la cultura nacional.
Pocos críticos hubo tan lúcidos y con
tanto sentido del humor como Jauretche, para tomarle
el pelo al medio pelo, para enfrentar la zoncera de
siempre y aquellos tilingos que sentían la necesidad
de mezclar sus frases y escritos con citas y referencias
francesas e inglesas.
También podríamos tomar la figura de Jauretche como la de la
coherencia, que no es un valor menor en una Argentina con tantas quebraduras
y tantos renunciamientos. Yo me voy salir un poquito del marco que habíamos
pensado con Juan (Quintar) de hablar del cine y la cultura para tocar lo que
considero más esencial del legado de Don Arturo: enseñar a pensar
a través de una mirada nuestra, nacional. No es porque la nuestra sea
mejor que otras, ya que no hay mejor madre que la de uno, no hay mejor patria
que la de uno, sino porque él enseñó a sacarnos las telarañas
y ver con sentido crítico y creativo. Esta mirada crítica del
pensamiento colonial y cipayo, que fue Jauretche, nos enseñó que
lo que nos estaban transmitiendo no siempre era la verdad. Su otro gran compañero
de FORJA, Don Raúl Scalabrini Ortiz, decía en el prólogo
de “Política Británica en el Río de la Plata” que
lo que nos habían enseñado era falso, que la historia y las teorías
económicas eran falsas. Es decir, el esfuerzo grande que tuvo que hacer
siempre el estudiante o el intelectual en la Argentina, ha sido cortar la telaraña
que le impedía ver para ir al encuentro de la realidad.
Cuando nosotros acometimos la tarea de hacer “La Hora de los Hornos” en
la neblina de los años ’60, teníamos 25 ó 30 años
y no entendíamos lo que había pasado en la Argentina. La historia
argentina estaba proscripta, censurada, y esa película significó una
suerte de DNI para nosotros: fue salir al encuentro de la realidad, constatar
que esto era madera o plomo, que esta era cabra y no burro. Porque esa avalancha
de deformaciones y de mentiras en las últimas décadas multiplicó su
potencia. Antes eran las usinas de elite que enseñaban a ver a través
de los códigos de afuera y esas usinas estuvieron generalmente en la
universidad. Pero en estas décadas no solamente fue la universidad sino
que entramos de lleno en la sociedad o la democracia mediática. La cultura,
los modelos civilizatorios, la información, el entretenimiento, la gran
escuela fue la televisión. Como dice la UNESCO, el joven pasa más
tiempo delante del televisor que frente al profesor. Una televisión
que desregulada se multiplicó en decenas de canales pero no para multiplicar
la diversidad y la pluralidad y ejercer un contacto más profundo con
la realidad, sino para multiplicar los mismos contenidos y lenguajes, provocando
una extraordinaria falsificación y banalización de la realidad.
Son fenómenos nuevos que todavía no están debidamente
estudiados. Los medios podrían ser instrumentos extraordinarios para
el desarrollo de la conciencia y la educación pero emplean su tiempo
en valorizar la noticia banal, frívola, sin importancia, mientras ocultan
o deforman las causas reales de los grandes problemas. Pocas veces como en
estas décadas sufrimos tanto el coloniaje cultural. ¿Qué hubiera
dicho Don Arturo en los años ’90? Nos lo imaginamos echando fuego
por la boca, porque jamás fue permisivo con los aparatos de transmisión
de ideas que hicieron de la mentira su propia ideología. Ideología
del cinismo y la hipocresía. El neoliberalismo, a través de los
medios, le hizo creer a este pueblo que desde las chimeneas iba a caer oro
y dólares, que se iba a multiplicar el bienestar una vez desregulada
la economía, que se iban a multiplicar las fábricas a tal punto
que íbamos a necesitar mano de obra de afuera. Los medios hicieron creer
a este maltratado y engañado pueblo, que el enemigo, el demonio, era
el Estado y sus empresas de servicios. Había que liquidarlo todo, no
importaba cómo.
Nunca Argentina vivió operaciones tan salvajes, operaciones de tanta
irresponsabilidad cívica, y nunca Argentina soportó el azote
de una clase dirigente tan ignorante, tan irresponsable y tan traidora a la
Nación. No se conoce una clase dirigente como esta, que entregara como
entregó los hidrocarburos, recursos no renovables por los cuales los
países agreden a otros en guerras feroces. Acá se liquidaron
con sobres con millones de y vendiendo al 30 por ciento de su valor real un
patrimonio que Arturo Jauretche defendió toda su vida porque era la
defensa de un proyecto nacional, sin el cual no hay Nación, ni poder
de decisión, ni soberanía. Estoy parafraseando a don Raúl
Scalabrini Ortiz con su “Política Británica en el Río
de la Plata” o su “Historia Económica de los Ferrocarriles
Argentinos”.
Cuando cuento afuera lo que hizo nuestra dirigencia… nadie lo puede
creer. Esta clase dirigente fue tan perversa y salvaje que destruyó el
ferrocarril. México y Brasil, con gobiernos conservadores y liberales,
no destrozaron el ferrocarril ni mucho menos se desprendieron del petróleo.
Acá, de 36.000 kilómetros de vías nos dejaron 8.000 kilómetros
y saquearon la estructura y la industria ferroviaria. El tren era una cultura
del trabajo y la comunicación que enlazaba las poblaciones mediterráneas.
Su liquidación ayudó al quiebre de las economías regionales
y provocó una migración espectacular de la cual todavía
no nos hemos recuperado. Yo no encontré en estos años ninguna
universidad argentina un estudio serio sobre el impacto socioeconómico
y cultural que provocó la liquidación del tren.
He mencionado varias veces a las universidades y estoy hablando en una universidad.
Lo hago con un profundo afecto porque las universidades deben transformarse
en las usinas reales de un pensamiento nacional que ayude a transformar el
país y la vida argentina. A nosotros no nos importa el saber libresco
y mucho menos esa cultura que vive dependiendo de lo que piensan o inventan
las culturas ajenas. Ninguna cultura puede desarrollarse aislada del mundo,
pero mucho menos si se forma en el hábito indigno de la copia. No se
puede copiar. Ya hace 200 años que aquel gran pensador social latinoamericano
Don Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar,
don Simón Rodríguez, nos hablaba que hay que aprender a inventar: “o
inventamos o erramos”, decía. Este es el problema. Emancipar las
cabezas, es decir, descolonizar las cabezas en el sentido de lo que luego plantearía
Jauretche en aquellos solitarios años de la década del ‘30
y los albores del ’40. El problema nacional sigue siendo el mismo: tenemos
un extraordinario pueblo pero engañado y marginado de la gran causa
de la transformación del país. Y este pueblo se honró con
grandes patriadas -como le gustaría decir a Don Arturo- patriadas que
no tuvieron a ningún analista o politicólogo que las previera:
el 17 de octubre, el Cordobazo, el 19 y 20 de diciembre de 2001.
Lo importante de todo esto es que estamos saliendo de la derrota. En muchos
aspectos hemos salido de la derrota. El problema es que todavía mantenemos,
internamente, resabios del virus de la derrota. La derrota no es sólo
la imposición de ideas. Hay algo mucho más profundo, porque la
derrota es una estructura psicológica, es un sentimiento. “Sí tenés
razón, yo pienso como vos pero… ¿Te parece que se pueden
hacer esos cambios, vos crees que nos dejarán?” Derrota es no
poder sentir que somos capaces de dar vuelta la realidad. Derrota es no sentir
que podemos vencer. No se puede emprender ningún camino, ninguna travesía,
ningún cambio, ni decir “vamos a transformar el barrio o el trabajo” o “voy
a escribir la novela o hacer la investigación” si no estamos convencidos
que la vamos a hacer. Camino difícil, por cierto, como atravesar un
desierto, pero puede hacerse si se madura la decisión y la voluntad
de atravesarlo y se prepara minuciosamente el viaje. Son estructuras no sólo
materiales y políticas, sino psicológicas.
Yo siempre me pregunto cómo fue posible que en la pacífica Santa
María de los Buenos Aires de 40 mil habitantes –mitad hombres,
mitad mujeres, otra porción importante de chicos y otra de gente mayor-,
cómo fue posible que sin ejército, sin experiencia guerrera,
pudieron enfrentar y vencer las dos invasiones inglesas. Cinco mil o seis mil
hombres la primera y 11 mil la segunda. Once mil equivalía a los 11
mil hombres en edad de combatir que había en Buenos Aires, pero sin
experiencia alguna. Ahí se desarrolló un debate extraordinario
que está a lo largo de nuestra historia: unos dijeron que era imposible
vencer a los ingleses y que lo mejor era asociarse a ellos, y abrieron sus
casas y salones. Otros, sostenían que aunque los llamaran locos por
idealistas, era posible vencerlos. La epopeya es por todos conocida. En la
resistencia participaron todos los habitantes: hombres, mujeres y niños,
y en esas jornadas nació la conciencia de nuestra fuerza y la futura
independencia. Años después, Buenos Aires le diría a San
Martín que armar un ejército para intentar cruzar Los Andes era
una locura, y le ordenó regresar. La desobediencia de San Martín
y su minuciosa preparación de la Campaña sellaron la Independencia.
En ese debate de si es posible o no, se inserta la energía y la fuerza
del pensamiento liberador. Enseñar a pensar es enseñar a liberar
la energía creativa, es enseñar que se puede vencer y para hacerlo,
hay que agarrar la tijera de podar y, después de cortar la telaraña,
pasarnos la aspiradora para sacar toda la tierra del “no se puede” y
del resignarnos: “Ya que no se puede, lo mejor es que me acomode y abra
mi paragüitas acá”.
Entonces, hay que inventar, hay que tomar decisiones. El país está todo
por hacerse y a pesar de la victoria del 19 y 20 de diciembre, todavía
nos encontramos con miles de argentinos excluidos o que tienen la sensación
que acá no pasó nada y que el país no puede cambiarse
porque no se puede cambiar el modelo. Es que el discurso único del Neoliberalismo
fue tan autoritario y censor, que condicionó los medios de comunicación,
y el discurso opositor que ponía en duda las privatizaciones o la convertibilidad,
no tuvo cabida. Si alguna rara vez te invitaban, siempre había el tilingo
comunicador que cuando salías del programa te degollaba con un comentario: “Qué anacrónico, ¿viste
lo que está pensando...?”. Pero en realidad ni Menem ni Martínez
de Hoz ni el señor del “respeto”, Fernando De la Rúa
que terminó sobornando al Senado, pudieron consolidar en la Argentina
su modelo económico y político. Se les vino abajo con un ruido
tan grande y con un fracaso tan grande, que perdimos la mitad de las fábricas,
la mitad de los comercios, tuvimos 58 % de argentinos por debajo de la línea
de pobreza, 24 ó 25 % de desocupados totales y otro tanto de semiocupados,
12 millones de indigentes. Nunca se vivió algo semejante: después
de habernos robado el patrimonio, triplicaron la deuda. Y como si fuera poco,
los bancos se llevaron los depósitos. Fue como una guerra, porque una
guerra no lo deja peor. Pero el pueblo argentino lo interrumpió. No
fue una fuerza organizada que se levantó para derrocar al gobierno del
modelo. Fue una fuerza espontánea la que enfrentó la represión.
Ni tampoco Menem ni De la Rúa pudieron imponer un modelo represivo.
Fue una gran victoria y así es vista en el extranjero. Fue una de las
grandes victorias contemporáneas contra la globalización. No
estoy diciendo victoria definitiva ni esto se acabó, porque el conflicto,
la guerra económica, continúan. Este es un juego de tensiones
muy grandes donde falta mucho para una victoria definitiva. Pero se abrió una
enorme puerta y el país pasó a estar en un estado de asamblea
y a cuestionarlo todo.
A los economistas ilustrados que desde los medios asustaban al pueblo con las
catástrofes que podían venir si no cumplíamos con cada
exigencia del FMI, ya no les creyeron, y la gente se puso de pie y el país
empezó a dar vuelta la página. No hace mucho tiempo todavía
se hablaba de dolarizar la Argentina y entrar al ALCA. Entonces hay que distinguir
un poco las cosas para que podamos entre todos ir construyendo algunos parámetros
de lo que podría ser hoy la equivalencia del pensamiento de don Arturo
Jauretche en la Argentina de la década mafiosa. La década infame
fue un juego de niños frente a la década de los ’90. Temblaba
el país por una coima en SEGBA y su “negociado” eléctrico.
Lo que pasó 60 años después no tiene nombre: gobernaron
los consorcios internacionales que endeudaron las ex-empresas de servicios
públicos y no realizaron todas las inversiones y obras convenidas. Telecom
y Telefónica endeudaron a ENTEL en 6 mil millones de dólares,
habiéndola tomado sin deudas. Nos aplicaron tarifas dos o tres veces
más altas y en dólares. Nos trataron mucho peor que Colón
y Cortés, entre lo que ofrecieron y lo que dieron.
Entonces, la Argentina fue tremendamente saqueada, porque la tilinguería,
la clase media, el medio pelo, aquello que tanto criticaba Jauretche; las usinas
de pensamiento se amordazaron o se aislaron del país y los medios de
comunicación le hicieron creer a todos que acá no se podía
poner en práctica ninguna alternativa al modelo, porque salir era poco
menos que el caos o caernos al hoyo negro del cosmos. Por lo tanto, aisladas
las usinas de pensamiento, o confundidas y desinformadas con una universidad
más dependiente que nunca de los modelos y programas de las universidades
norteamericanas, terminaron con la oposición. Yo he leído bibliografía
sobre el peronismo y otros temas nacionales de investigadores norteamericanos.
Porque queda muy bien, a la vez, citar al investigador de afuera, ya que el
investigador nacional, el pensador nacional, el artista nacional, ni vale ni
pesa, está devaluado. Para esa mentalidad colonizada donde lo que cuenta
es la carrera frente a los organismos y universidades internacionales y hay
que tener currículums vitae con la mayor cantidad de papers en revistas
científicas anglosajonas. Nacer en el país, ser un talento nacional
es ser como un gil de cuarta porque no tiene ningún valor. Yo no los
voy a aburrir con la cantidad de ingratitudes y de actos infames, de desvalorización
que en estos 10 ó 15 años tuvo la cúpula tecnocrática
de las universidades argentinas, donde es difícil encontrar una investigación
social que tenga que ver con la realidad social que padece este pueblo. Lo
primero que hizo este gran canalla de Menem fue terminar con las especialidades
técnicas, suprimiendo la ingeniería naval, la ingeniería
de petróleo, la ingeniería ferroviaria y la ingeniería
de caminos. Es lo mismo que decir “muchachos, rajen del país maldito.
Este país sólo va a producir materias primas, petróleo,
trigo, soja y carne. A estudiar afuera”. Pero fue más perverso:
les hacemos la primera formación, la pagamos todos los argentinos y
después le regalamos el cordero bien gordito para que se lo coman afuera.
En definitiva, después de estos 10 ó 15 años, voy más
atrás, después del terrorismo de Estado de la dictadura, del
azote del miedo, donde decenas de miles murieron y muchos más, la materia
gris más crítica y pensante fue expulsada del país, vino
la etapa de la democracia genuflexa. ¿Por qué digo genuflexa?
La democracia con miedo, la democracia que no se animaba a convocar al pueblo.
Alguna vez lo convocó. Yo recuerdo aquel jueves santo donde el señor
Alfonsín (Raúl) desde el Congreso convocó al pueblo, llenó plaza
Congreso y dijo “a esta democracia no la va a bajar ningún carapintada”.
Y tres días después, el domingo de ramos, asombraba al país
porque había capitulado frente a los carapintada teniendo un pueblo
que, sin que nadie se lo hubiera ordenado, había rodeado los cuarteles,
a puro pecho...con ese pueblo valeroso Alfonsín nos puso la ley de Obediencia
Debida y Punto Final. Pero dos años antes, su joven ministro de Economía,
el señor Machinea (José Luis) rodeado de los “brothers” como
Daniel Marx –uno de los asesores de Mumford, que es el patrón
del banco de Boston- que fue uno de los mayores agentes dobles que conoció este
país. ¡Daniel Marx monitoreó la deuda externa como funcionario
argentino durante los últimos 20 años y consiguió triplicarla!
Recordemos que en el año ’85, Machinea firmaba por orden de Alfonsín
el reconocimiento de la deuda falsa, 26 mil millones de dólares que
las multinacionales y los grandes bancos en la Argentina, tenían con
el extranjero y que Cavallo (Domingo) la nacionalizó, es decir, nos
la pasó a nosotros. El primer gobierno que constitucionalmente la reconoce
es el de Alfonsín, en el año ’85. Esa deuda es la que todavía
hoy se está discutiendo y esa deuda privada jamás fue denunciada
en ningún foro. Pero también reconoció los 20.000 millones
de la deuda externa pública. Es decir, la totalidad de la deuda de la
dictadura, 46 mil millones que era “deuda odiosa” de acuerdo a
la jurisprudencia norteamericana elaborada por el ex presidente William Taft
y que George Bush aplica en Irak para condonarle la deuda. Es más, ni
con la denuncia y juicio que don Alejandro Olmos iniciara hace 17 o 20 años
y que finalmente el juez Ballesteros (Jorge) se expidió después
que Olmos muriera con un fallo que condenó la deuda y exigió al
Congreso que la tratara como lo manda la Constitución Nacional y la
tratara. Y todavía hoy el Congreso no la trató.
Entonces, esa historia de infamias y traiciones a este pueblo burlando la Constitución
Nacional, es lo que justifica la imposición del “ultracoloniaje” que
nos vino y que todavía perdura, y es lo que da explicación al
enorme sentimiento de derrota. Los años ’90 no sólo vinieron
con la descarada ideología de la traición sino que le aplicaron
a este pueblo el plan contra el que se había pronunciado en los comicios
de mayo de 1989. El plan de Alsogaray (Álvaro), que era el plan del
FMI lo aplica Menem a diez días de tomar el gobierno. Ante semejante
traición se comprende el descreimiento, el “reviente”, la
falta de perspectivas, el oportunismo, “mejor abro mi paraguas o busco
el rayito de sol que esté más cerca”. No se puede resolver
la problemática nacional ni desde la duda ni mucho menos desde la resignación.
Jauretche fue exactamente lo contrario. Fue el hombre firme y coherente al
conjunto de ideas, valores y principios leales con la Nación, con su
pueblo y con su historia. Yo digo que Jauretche es la representación
más grande –no sólo él sino el grupo FORJA- de una ética
de la Nación y de un pensamiento innovador, un pensamiento crítico
que, además, recuperaba los elementos más auténticos que
tiene este pueblo como el humor, la sátira, la burla, la caricatura.
Y en esto Don Arturo fue un verdadero maestro. Se hubiera hecho una panzada
con la serie de miserables que penetraron y traicionaron el legado de Perón
y de Evita, con la ideología de la resignación de toda una generación –el
Frepaso, la Alianza- que quiso enfrentar la mafia del menemato con la teoría
del posibilismo. ¿Cuántas veces dijeron: “a esto hay que
resignarse... hay que asegurar la gobernabilidad”? Y se fueron corriendo
del centro a la derecha, se corrieron tanto que varias de las operaciones más
escandalosas contra el país las ejecutó el gobierno de la Alianza.
Voy a mencionar solo dos: el megacanje le costó a la Argentina 55 mil
millones de dólares, sólo en intereses, y explica el aumento
gigante de la deuda que se acerca a los 180 mil millones. La otra operación
de megacorrupción a tres meses de haber asumido el gobierno de De la
Rúa, es la prórroga a Repsol, por simple decretazo y violando
todas las indicaciones legales, incluso los artículos 228 y 229 de la
Constitución Neuquina del yacimiento Loma la Lata. Una riqueza potencial
de 40 a 50 mil (millones de dólares) –hay muchas versiones porque
el Estado no tiene información sobre las reservas- que fue cedida por
sólo 300 millones de dólares, tal como dice el contrato. Un contrato
que lo firma Machinea y Giorgi, la secretaria de Energía. Tan indigno
es ese contrato que en uno de sus primeros artículos dice que ninguna
ley futura podrá modificarlo, ningún parlamento, ninguna legislación,
ninguna medida gubernamental podrá modificarlo. Pero todo eso es pura
tontería porque no hay norma jurídica o contrato que pueda frenar
las decisiones de un parlamento soberano, que son irrevocables y aceptadas
de pleno derecho, como todas las decisiones que toma el pueblo a través
de cualquiera de las instituciones constitucionales.
La reforma del ’94 le dio a este pueblo el referéndum vinculante. ¿Quién
lo usa? No es verdad que no se pueden hacer cosas. No se convoca al pueblo
porque se le teme. Si hoy se da toda la información sobre la deuda externa,
si hoy a este pueblo le decís “en los últimos 25 años,
Argentina pagó ciento cincuenta y tantos mil millones de dólares –casi
tanto como la deuda- en concepto de intereses y servicios; y a la vez las grandes
empresas se llevaron una cifra casi similar al extranjero”, seguramente
ganarás el referéndum. Y si además le decís que
la mayor deuda está en los bancos argentinos que son tenedores de bonos
y los que se quedaron con el sistema de las AFJP y que con inflación
cero durante la década, y el peso atado por ley en paridad al dólar;
con el cuento del riesgo país nos cobraban intereses usurarios mensuales
del 4% al 5 % y las tarjetas de crédito también nos cargaban
del 4% al 5% mensual, cuando esa misma multinacional en Europa o EEUU tenía
una tasa del 6 % anual, no dudo que la mayoría del pueblo argentino
pediría denunciar la deuda en Tribunales Internacionales y pedir la
nulidad. Nos robaron hasta los huesos porque hubo usura. Por eso convoquemos
al pueblo con un referéndum vinculante para decidir en qué términos
debe pagarse.
Pongo el caso de la deuda porque está de moda en estos días.
Pero lo mismo da con las riquezas de hidrocarburos que extraen las petroleras.
Las reservas naturales del país como casi todas las instalaciones son
propiedad del pueblo argentino y de la Nación. Algunas han sido concesionadas
por determinada cantidad de años pero los yacimientos son nuestros.
Esta conciencia seguramente la desarrollaría Don Arturo Jauretche porque
para colonizar la Argentina fue necesario engañarnos, domesticarnos
y confundirnos al punto de hacernos creer y sentir que vendimos todo para siempre,
y que siempre fue así y que seguirá siendo así porque
nada lo puede cambiar. Lo que también se hizo fue vaciar de defensas
a las nuevas generaciones, vaciarla de conocimientos defensivos. Hace exactamente
dos días en Buenos Aires y con grandes referentes y luchadores sociales
de bienes y servicios y de entidades públicas, constituimos una nueva
organización social que se llama CONAREPA, Comisión Nacional
por la Reconstitución del Patrimonio, cuyo objetivo es por un “Nunca
Más” a los delitos contra el patrimonio público. Uno de
los puntos que tiene la CONAREPA, es lograr introducir la enseñanza
en las universidades y en los colegios secundarios sobre el tema de qué es
el patrimonio público y cómo está conformado. No es un
tema menor: es uno de los testimonios más patéticos de la desinformación. ¿Qué es
el patrimonio público? La mayor parte de la gente lo asocia a los bienes
que administra el gobierno o a pertenencias del Estado. Confunde al Estado
con el gobierno y al gobierno con el partido gobernante. Pero… “¿acaso
no sabés que cada vez que comprás azúcar o pagás
el IVA o impuestos, estás contribuyendo al mantenimiento del patrimonio
público?” “Ah sí... las escuelas”. Pero no
sólo las escuelas y los hospitales, sino puertos, carreteras, usinas,
represas y los trenes, que siguen siendo del Estado. Todas estas instalaciones
de servicios públicos siguen siendo del Estado. Las únicas que
se vendieron fueron las de teléfonos. Y el Estado sigue subsidiando
las pérdidas y ellos se quedan con las ganancias. Es muy interesante.
Hemos convocado al capital privado para asegurarles que si tienen pérdidas
las pagaremos nosotros. Eso es lo que se ha venido haciendo. Difícil
creerlo, pero sigue siendo así aún hoy, junio de 2003.
Pero vuelvo al tema mayor de la rareza de encontrar a un ciudadano que tenga
conciencia de la cifra extraordinaria que constituye el patrimonio público.
El patrimonio público no solamente está compuesto por las inversiones
en bienes materiales, sino que además son millones de hectáreas
fiscales, miles de riquezas minerales continentales, una cordillera entera,
la plataforma marítima continental, las aguas potables, la herencia
cultural y el patrimonio científico y artístico vivo, todo esto
que los usurpadores y los que se lo quieren llevar, necesitan que esté en
silencio. ¿Cómo puede este pueblo defender aquello que ni sabe
que le pertenece? En realidad nunca lo gozó como propio y nunca le informaron
que existía. Un pueblo que no tiene conciencia de lo que tiene y le
pertenece y mucho menos, no tiene conciencia del valor de sus propiedades,
es imposible que pueda defenderlo. Nosotros nos hemos dedicado a formar técnicos
y profesionales aptos para servir a los opresores. ¿Cómo es posible
que en la Facultad de Ciencias Económicas no exista una cátedra
que desarrolle los innumerables ítems que tienen que ver con el patrimonio
público, sus riquezas naturales, sus estructuras materiales y sus empresas
de servicios y la forma de administrarlos? ¿Cómo es posible que
no se estudie lo que ha sido el fracaso y el desastre de las privatizaciones?
En definitiva, son testimonios del coloniaje.
No se puede reconstruir una Nación sin esa conciencia en marcha, sin
que cada ciudadano sienta y sepa que lo que es común es propio y es
sagrado; y que el que roba lo que es común y público no es astucia
política sino el más grande de los delitos. No se puede reconstruir
una ética ciudadana o una conciencia solidaria sin reconstruir la idea
de que una Nación, además de ser territorio geográfico,
es memoria histórica, es lengua, es gesto y, al mismo tiempo, es conciencia,
es proyecto en marcha. Sin patrimonio no hay posibilidad de soberanía
porque cualquier país necesita asentarse en sus pertenencias materiales
y espirituales para poder ejecutar un proyecto independiente y soberano. Ni
que hablar la soberanía energética. Palabra mayúscula.
Digo esto en una provincia como Neuquén saqueada y agredida por una
explotación salvaje petrolera y gasífera de una de las dos cuencas
de gas más ricas de América Latina y que no se tradujo en miles
de fábricas y trabajo. Una provincia donde la mayoría de las
fuentes de trabajo son estatales con la sensacional dependencia política
que todo esto genera. Entonces es urgente desarrollar un proyecto y un pensamiento
nacional que esté ligado a la idea de la defensa del patrimonio. Patrimonio
es tierra, riqueza del subsuelo, riqueza del agua –gran tesoro- del aire,
de la defensa del medio ambiente. Pero un territorio es un pueblo y un pueblo
es tierra y es una memoria colectiva y cultural, es lengua, es gesto y, sobre
todo, una energía que se proyecta al futuro con sentido de independencia,
con sentido de libertad.
Yo dije al comienzo que a lo largo de la historia Argentina confrontaron dos
grandes proyectos: los que dijeron “Acá es imposible liberarnos
y echar a los ingleses. Son profesionales, están armados hasta los dientes
y nosotros solo tenemos 300 guardias”. Pero hubo otros que pensaron distinto,
que no soportaron la invasión, que no soportaron la idea de estar bajo
el mando de las armas inglesas y concibieron la idea “descabellada” de
armar una milicia para echarlos al mar. Y peleó hasta el último
pibe. La gesta de la independencia latinoamericana se hizo contra todos los
traidores que decían “no nos podemos independizar y mucho menos
desarrollarnos sin pedir capital de afuera. Hay que traer tecnología
y cerebros de afuera”. Esa línea se repitió a lo largo
de la historia. Frente a ellos estuvieron los que dijeron “pedir crédito
o endeudarnos es perder capacidad de independencia y de decisión; es
perder soberanía. Nosotros vamos a demostrar que podemos protagonizar
gestas difíciles que pueden ser victoriosas”.
La desobediencia de San Martín frente a Buenos Aires que se opone al
cruce de Los Andes, genera uno de los hechos político militares más
trascendentes de la historia latinoamericana. ¿Pero cómo hizo
San Martín para armar su ejército? Este hombre tan obstinado
se alió a los caciques mapuches y les dijo “cuídenme los
flancos, despisten a los españoles, contrólenme los pasos cordilleranos” A
los propietarios y comerciantes les fijó severos impuestos y los expropió.
Y con las riquezas de las capas pudientes de Cuyo armó el Ejército
de los Andes. De esas dos grandes epopeyas, sembradas de muertos, nace la independencia
argentina y la libertad de medio Continente. Desde el norte venía Bolívar
con un muchacho de 28 años, el Mariscal Antonio José de Sucre,
que termina su campaña excepcional venciendo en Ayacucho. Entonces esta
América se hizo con epopeyas extraordinarias alimentadas con la llama
de la suprema decisión de vencer. La decisión y un trabajo monumental
por detrás, cuidando hasta el último detalle como se lo cuida
ante cualquier obra o hecho de excepción. Entonces yendo al siglo XX,
cuando los ingenieros Huergo y Krause en Comodoro Rivadavia piden dinero a
Buenos Aires, ni los Quintana o Figueroa Alcorta mandaron un peso. ¿Qué hicieron
Huergo y Krause? ¡Siguieron adelante y financiaron los trabajos con dineros
propios! Cuando se crea YPF, bajo la dirección del General Ingeniero
Enrique Mosconi, hubo que enfrentar presiones y oposiciones. Fue la primera
empresa petrolera estatal del mundo. Y el suceso fue tan grande que Cárdenas
(Lázaro) en México en los años ’30 toma la experiencia
de Mosconi (Enrique) y crea Petróleos de México, luego se crea
Petrobrás y luego PDVSA en Venezuela. Pero YPF se construyó desde
la independencia y el ahorro nacional.
A hoy, cuatro o cinco gobiernos argentinos no pidieron dinero afuera. Curiosamente
fueron en las épocas de mayor industrialización del país:
Irigoyen, Perón, Illia –un Illia tan digno que reunió al
Congreso y le dijo “Los contratos petroleros que firmó Frondizi
son nulos, por razones de interés económico y estratégico
del país”. Y fue ley. Entonces no es verdad que Argentina no tiene
camino. En pleno default y sin pedir un peso prestado se pagó en estos
dos años casi diez mil millones de dólares de deuda pero además
el PBI creció casi el nueve por ciento el año pasado con una
inflación del tres y medio por ciento, y comenzó la reconstrucción
de industrias y la sustitución de importaciones. Entonces hicimos lo
contrario de los que dicen “no se puede” y hay que resignarse,
de los que pregonan que hay que asociarse con los de afuera, para no caernos
del mundo. Y está el otro camino que es contar con nuestro propio esfuerzo,
contar con nuestra propia inventiva. Pensar en grande. Enseñar y aprender
a pensar libremente. San Martín decía en su proclama al Ejército
de los Andes “seamos libres, lo demás no importa nada”.
Valores fundantes, recuperación de una ética y de dignidad nacional.
Liberar el pensamiento para transformar la realidad. Ética nacional
significa ponerse al servicio de la Nación, darnos cuenta que el saber
va y viene y con él nos enriquecemos todos. Darnos cuenta que sin los
demás compatriotas es imposible reconstruir el ejército de masas
de la reconstrucción argentina. Tenemos una Argentina a la que le sobra
talento. Acá nomás hay algo que en el mundo admiran y se preguntan
cómo fue y es posible, ¿ustedes oyeron hablar del Instituto Balseiro
y del INVAP? Pocos argentinos los conocen.Pero lo tenemos ahí como si
fuera algo más. La CNEA en su momento llegó a ser la más
importante usina de pensamiento científico técnico de América
Latina con más de 100 proyectos de punta. Eso no está destruido
sino debilitado y ese potencial está. Y sin la CNEA no existirían
ni el Instituto Balseiro ni el INVAP que es una fábrica de inventos.
Este país fue capaz en el año ’30 de construir en América
Latina el primer avión diseñado y construido hasta el último
tornillo en Argentina. Fue la fábrica de aviones de Córdoba dirigida
por el Brigadier De la Colina. Pocos saben que Argentina proyectó y
construyó desde 1930, 32 prototipos de aviones, y que en el año ’44
cuando no se podían importar aviones de entrenamiento por la guerra.
El brigadier San Martín, que dirigía la fábrica entonces,
le dijo a Perón “deme la oportunidad de hacerlo”. Reunió a
todos los talleristas de Córdoba, que eran como 300, desarmó un
prototipo del avión de D. L. en un galpón y les preguntó “Muchachos, ¿quién
se siente capaz de producir esas piezas?”. Y se produjeron 200 aviones
y en el año ’47, Argentina hacía volar por primera vez
no sólo en América Latina sino en el Hemisferio Sur un avión
a propulsión: el Pulqui. Y en el año ’50 hacía volar
el Pulqui II; un reactor de avanzada equivalente al Mig 15 ruso y aventajaba
a Francia en desarrollo aeronáutico. Y fuimos vanguardia en el continente
en el desarrollo de la industria metalmecánica, de nuevos materiales
y de aleaciones. Un polo de desarrollo técnico y científico extraordinario.
Por supuesto Argentina llegó a ser primera en América del Sur
y en el Hemisferio Sur en misilística, hasta el desgraciado e indigno
episodio donde el embajador Todman (Terence) fue en persona a cerciorarse de
la destrucción del instrumental. Pero no nos asustemos, no mataron,
no tiraron a la hoguera al conjunto de científicos que produjo el Cóndor.
Por supuesto habremos perdido diez años, de desarrollo. El conde prófugo
de Anillaco, por no invertir 40 millones de dólares en el proyecto que
realizaba conjuntamente con Brasil para la fabricación de aviones de
pasajeros dijo “no vamos a seguir con el proyecto EMBRAER porque vamos
a seguir perdiendo plata”. Brasil estaba muy rezagado con respecto a
Argentina en cuanto a aeronáutica. Hoy a Brasil el proyecto EMBRAER
le da más ingresos que toda la exportación del café. Es
número uno en el mundo en aviones entre 40 y 100 pasajeros. Y está listo
a fabricar un Jet de 130 pasajeros. Todo esto es posible porque estamos en
un proceso de integración activa con Brasil y todo el continente. Todo
esto es posible en el marco del MERCOSUR.
Y para ir terminando digo que soñamos con un proyecto nacional para
una Argentina que refunde sus instituciones democráticas, una Argentina
que democratice la democracia movilizando a su ciudadanía para pasar
de un modelo de democracia representativa a un modelo de democracia participativa. ¿Cuál
es el modelo de gestión que debe reemplazar las empresas de servicios
privatizadas? La sociedad no quiere el maltrato de la vieja empresa estatal
burocrática, donde el partido gobernante o la cúpula del sindicato
transaba con los funcionarios y se robaban la empresa. No quiere ya eso. Tampoco
quiere el dragón de siete cabezas que come por cien: las corporaciones
privadas. Nosotros queremos empresas de servicios –el país las
necesita- eficientes, modernas y que no nos maltraten con tarifazos. Pero es
muy difícil llegar a eso sin que los propios trabajadores y, sobre todo,
los usuarios y consumidores no participen en los mecanismos de control de sus
administraciones y de su propia gestión. La sociedad no puede cambiarse
si lo que sigue imperando es el viejo modelo de “vení, votá que
dentro de cuatro años te llamo y si te traiciono, embromate”.
Porque no hay nadie que castigue penalmente el incumplimiento esencial de lo
que la ley electoral exige, que es una plataforma programática. Entonces
el país tiene que pasar de la vieja democracia representativa hacia
formas de democracia directa, hacia formas de democracia participativa. En
Suiza todos los meses vota en referéndums vinculantes por cosas puntuales.
Los suizos delegan poco. Lo nuestro, que está ligado al vaciamiento
de la democracia, tiene que ver con el artículo 21 de la Constitución
Nacional “el pueblo no delibere ni gobierne sino por medio de sus representantes”.
Es muy peligroso porque los representantes del pueblo traicionan el voto, los
medios silencian y el ciudadano queda desprotegido ante tanta impunidad. Entonces
hay que marchar hacia formas de democracia directa y hay que marchar hacia
una sociedad donde se estimule a los ciudadanos a participar. Hay que participar,
hay que hacerse cargo de los problemas de la sociedad, hay que protagonizar
el cambio.
El otro tema importante para garantizar la calidad de vida democrática –y
con esto termino- es la democratización de los medios de comunicación
de masas. Todavía nos rige la Ley de Radiodifusión de la dictadura.
La democracia en Argentina nunca quiso tratar una nueva ley adaptada a las
circunstancias de la enorme desregulación, los satélites y la
revolución técnica y comunicacional de nuestro tiempo. Los dirigentes
hacen más política a través de los medios que en la calle
y no quieren enfrentar a los grupos mediáticos. Ese cambio lo tiene
que imponer una gran movilización cultural y social. Es sorprendente
que en las Universidades no se debata ni se analice a fondo el marco comunicacional
argentino y el rol y responsabilidad de los medios en la tragedia económica
social que estamos viviendo. Si los espacios mediáticos son el principal
espacio de debate, la principal cadena de distribución de películas,
la principal difusión del deporte y del fútbol y es, de hecho,
la primera escuela, no se comprende que no sea materia esencial de discusión
en las principales casas de estudio y no sea materia esencial de debate. No
habrá democratización de la democracia sino democratizamos el
sistema de radio y televisión, que hoy está en manos del mercado.
Pero ¿qué quiere decir democratizarlo? Asegurar diversidad y
pluralidad. No repetición de lo mismo. Asegurar las mismas cuotas y
porcentajes de participación de voceros de distintas corrientes de pensamiento,
como se hace en Europa. Que los medios de comunicación no le den la
espalda a la memoria, a la historia y a la realidad del país. Hoy, moviendo
el dial, no se encuentra un documental del presente y del pasado argentino.
No existen referentes del pasado ni héroes o personajes como si nosotros
no hubiéramos tenido artistas, no hubo pensadores, no hubo investigadores,
tampoco hubo maestros, no hubo nada “¿Entonces qué hago
en este país maldito si no hubo ni pasa nada?” Solo queda el vaciamiento
cultural, el vaciamiento económico, la desaparición de personas,
la desaparición de riquezas materiales, la desaparición de contenidos
y memoria. Para contrabalancear, hay que desarrollar un fuerte sistema de televisión
comunitaria y pública donde las organizaciones sociales y las universidades,
puedan participar con medios alternativos y emitan. Hay que darle a la juventud
televisión y radio y para invitar a la creatividad, para invitar a la
diversidad cultural.
El mundo televisivo o el mundo de lo audiovisual está dominado por cuatro
o cinco grandes concentraciones mediáticas que tienen desde editoriales
a grandes productoras de películas, distribuidoras, canales y radios.
Yo le decía al presidente Chávez (Hugo) la semana pasada –tuve
la enorme satisfacción de que me invitara a pasar “Memoria del
Saqueo” le decía que nada hay más dramático y patético
que cuando un latinoamericano quiere enterarse de lo que pasa en América
Latina tiene que ver CNN. ¿Cómo es posible que no podamos crear
un canal independiente –no un canal gubernamental- que convoque a los
mejores exponentes de la cultura y el periodismo para generar una televisión
de excelencia? Un Canal que informe objetivamente lo que está pasando
en nuestros países y donde esté la memoria y las grandes batallas
que dimos y libraremos contra la pobreza, para asegurar salud, educación,
trabajo, defensa del medio ambiente, etc. Francia y Alemania dieron al mundo
un gran ejemplo con la construcción del canal Arte, que es un canal
conjunto. Cada 15 días alemanes y franceses se reúnen a discutir
la programación. Hoy hay 14 canales europeos que contribuyen a la Red
Arte que es un canal cultural e informativo de excelencia. Ese es el desafío
de la creatividad, de la inventiva. Son desafíos a la imaginación
que es lo que le sobra al latinoamericano.
Por lo tanto son los desafíos que nos presentan los tiempos por venir
y desde las universidades y los altos institutos hay que ayudar a los muchachos
a que aprendan a pensar, ayudamos a pensar como ciudadanos de la Patria Grande
Latinoamericana. Pensar quiere decir no copiar, no repetir como bichos dependientes,
es ver y pensar con sentido crítico, es proponer soluciones alternativas.
Pensar que esas soluciones deben servir al bien común, a la necesidad
de contar con el otro, a la cooperación. Acabar con la filosofía
dañina que nos dejó el neoliberalismo del egoísmo y el
individualismo extremos. La gesta de los pueblos es gesta colectiva, es la
suma de todas esas individualidades creativas pero con sentido solidario para
toda la nación latinoamericana. Y ese sentido lo debe dar un gran proyecto
nacional, un proyecto de Estado. Ese proyecto está naciendo en este
gran barco del MERCOSUR, en este barco que quiere construir de una vez por
todas, la Unión Sudamericana, del Caribe a Tierra del Fuego, lleno de
contradicciones pero también de posibilidades. Los tiempos serán
mejores porque los halcones de Washington no están en su mejor momento
político. El proyecto guerrero es un acto de locura límite y
un desastre espantoso. La masacre de Irak es un “boom” que nos
pega en la frente; el icono de la estatua de la Libertad se hizo añicos
en las cárceles iraquíes con las atrocidades que comenzaron a
revelarse.
En definitiva, hay que fortalecer las conciencias, retomando lo que bien decía
recién Juan Quintar, “el estado de conciencia”. Pero estados
de conciencia que generen autodefensas que nos impidan futuras o nuevas quebraduras.
En la década del ’90 vimos patéticos ejemplos de compañeros
que hasta sufrieron cárceles y persecuciones y terminaron sirviendo
al modelo neoliberal que en sus épocas heroicas habían combatido.
La quebradura es como el quiebre de la columna vertebral: de ahí para
abajo es la parálisis, la nada. Después de una traición
es muy difícil reconstruirse. Por eso hay que cuidar la columna vertebral
de la muchachada que viene con una mirada fresca y crítica y hay que
liberar su inventiva, el núcleo de su columna vertebral que es un conjunto
de principios éticos, sociales, solidarios y colectivos y sobre todo,
liberar sus energías de crear, de inventar cosas nuevas, ese extraordinario
talento de escritores, artistas, científicos, trabajadores y deportistas,
que dio y seguirá dando nuestro inagotable país”.
Aula Magna, 04-06-04
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