Palabras de Pino Solanas en la Clausura del
FORO CULTURAL MUNDIAL

     
    Pino Solanas: Buenos días, mis primeras palabras son de agradecimiento por esta distinción que me hacen para traer algunas ideas en esta jornada de clausura. Gracias a quienes me precedieron porque sus palabras son más que un estímulo, casi una provocación para mí. Provocación que ya lanzó Gilberto Gil, el ministro, provocación que lanzó el presidente Lula con decisión y vocación de dar lugar a la cultura y la defensa de nuestra identidad cultural. Provocación que vino lanzando en acciones concretas, nuestro viejo amigo Sergio Mamberti defendiendo la diversidad y el rescate de los pueblos originarios y la genial provocación del poema de Drumond de Andrade “E agora Jose...?”

La invitación que me hizo el Foro fue para hablar de las perspectivas futuras de la cultura en el mundo. Debo confesar que la invitación es por demás ambiciosa, porque de no me siento en condiciones de abordar un tema semejante. La respuesta la ha venido dando este Foro, la respuesta la dio la osadía, esta insolencia de juntarnos tantos y de estos 60 países que rara vez nos juntamos. Yo pertenezco a una generación donde los latinoamericanos nos conocíamos fuera del continente . La primera vez que conocí a mis hermanos cineastas brasileños fue en Italia. Siempre nos encontrábamos en congresos o festivales en Europa. Y digo que la respuesta nos la está dando esta iniciativa extraordinaria, porque yo no recuerdo antes otra iniciativa semejante de haber comunicado y organizado tantas energías en la diversidad, porque somos diferentes, porque venimos de distintas raíces culturales. Y esta riqueza, hoy interactúa gracias a estos puentes de comunicación creados entre nuestros países del Sur, puentes que nunca existieron de Sur a Sur.

No es casual que este Foro se realiza a la luz de la más revolucionaria de las iniciativas internacionales, como es la iniciativa que impulsa Brasil, Argentina y otros países del Sur, de generar una alianza estratégica entre los grandes países del Sur, frente a la discriminación, el abuso, de las potencias del Norte, que mientras nos exigían el levantamiento de los aranceles aduaneros y nos exigían desprotección, ellos subsidiaban de manera insólita sus productos agrícolas, que eran los mismos que nosotros exportábamos, creándonos una pérdida gigantesca (aplausos). Solo en Argentina, en los últimos 25 años los subsidios a la exportación agrícola de EE.UU. y Europa, nos costó casi tanto como nuestra deuda externa actual, ciento cincuenta mil millones de dólares. Parecen números abstractos, pero no son abstractos, porque esos ciento cincuenta mil millones de dólares, solo en Argentina, fueron también una de las causas del genocidio social que padecemos. No es exagerada la palabra genocidio, las estadística oficiales de la Argentina hablan de cien muertos diarios por desnutrición, por enfermedades curables. Es decir, son las víctimas de la pobreza, son las víctimas de la globalización y los proyectos neoliberales que desarmaron a nuestros países. La paradoja es que son víctimas del neoliberalismo, en países riquísimos que exportan alimento y grano a las potencias.

Entonces, los pueblos lo tienen claro, yo le diría y le digo al amigo José -ese hermoso personaje social que el talento y el fervor de Dumond de Andrade, creó en su poema “E Agora, José”- le digo José, los pueblos lo tienen claro, los pueblos saben lo que por siglos y décadas de lucha, de muerte, de movilizaciones, de sacrificios, consiguieron; los pueblos saben que estas luchas, permitieron influir en la Declaración de Derechos Sociales y humanos de las Naciones Unidas, en el Pacto de San José de Costa Rica, pactos de derechos sociales y humanos que están incluidos explícitamente en nuestras Constituciones. Los pueblos saben que teóricamente el derecho es reconocido, el derecho a la Alimentación, a la Salud, a la Educación, a la Vivienda, el derecho a la Tierra, el derecho a gozar de un Medio Ambiente sano y descontaminado, el derecho de las generaciones futuras, a gozar también de las riquezas que están en el subsuelo y en la superficie y que estos pueblos todavía no gozan. Los pueblos lo saben, porque está reconocido internacionalmente el derecho de los pueblos originarios a su tierra, y a sus derechos culturales, a su lengua, a su historia y a su memoria. Los pueblos saben, porque está incluido en las cartas internacionales, que tienen derecho a gozar, como expresión de su cultura, a un espacio público, a instituciones republicanas democráticas, a la democracia social como la mayor expresión para resolver en el ejercicio de la paz, nuestras diferencias.

Los pueblos saben que somos un todo compuesto de millones de diferencias, pero también saben los pueblos, que podemos convivir y resolver en paz, sin necesidad de fundamentalismos ni agresiones terroristas o violentas, y mucho menos... Los pueblos saben que no hay mayor degradación cultural que la guerra y la agresión. Y cuando la guerra y la agresión llegan a la insólita medida de las guerras preventivas, es la antítesis absoluta de la cultura como síntesis de los valores y principios éticos en la humanidad que en toda su diversidad, ha venido construyendo a lo largo de los siglos. Los pueblos saben que el planeta cada vez está más en peligro. No quiero ser alarmista, porque peco de esperanzador, pero los pueblos saben que el encuentro Eco-Río fue burlado. Los pueblos saben que en el encuentro de Kioto fue burlado. Los pueblos saben que la biodiversidad y el ecosistema son cada día más dañados, con un serio peligro para los pueblos y los sectores más pobres de los países, las regiones y las ciudades que por el recalentamiento de la tierra sufrirán futuras inundaciones. Los pueblos saben que no es verdad lo que decían los iluminados teóricos de la globalización y las teorías neoliberales, de que esta desregulación mundial iba a traer mayor riqueza, progreso y bienestar para los pueblos. Los pueblos saben, José, que las estadísticas de las Naciones Unidas indican una polarización creciente entre riqueza y pobreza: el 80% de la riqueza que produce el planeta queda en las manos del 20% de los sectores dominantes del Norte occidental y a la inversa, al 80% de la humanidad apenas le queda el 20% de lo que produce. Los pueblos saben que estas desigualdades violentas y agresivas generan la violencia cotidiana que padecen y genera desequilibrios que terminan en guerras. (aplausos)

¿Cómo fue posible, José, que sabiendo también todo esto, aún suframos peores consecuencias de las que ya hemos padecido? ¿Cómo es posible que teniendo este diagnóstico claro, todavía nos sigan dominando sin respetar todos estos derechos o cartas ciudadanas? Yo me voy a permitir, sin saber si ha sido más o menos desarrollado aquí en el Foro el tema, me voy a permitir exponer lo que vengo exponiendo desde hace muchos años en encuentros culturales, que hoy, como nunca, hay un espacio extraterritorial, que traspasa la geografía, y que es un instrumento de dominación extraordinario y que le ha sido arrebatado a los pueblos; me estoy refiriendo al principal territorio de exposición social, cultural, informativa, política y de entretenimiento que tienen nuestros pueblos y naciones, me estoy refiriendo al espacio audiovisual y en particular a la televisión.

Este espacio público, y digo público porque las licencias de los canales que explotan las redes televisivas, como el subsuelo, como las aguas, como la naturaleza, son de nuestros pueblos... y digo bien, son de nuestros pueblos; y ha sido concedido su uso, graciosamente, a entidades o grupos mediáticos que terminan decidiendo los contenidos informativos y culturales del principal espacio y espejo que tienen nuestros pueblos para mirarse. Incluso más potente que la escuela, el televisor está a los pies de la cama como en la cabecera de la mesa de cualquier hogar, la radio y el televisor con un alcance infinitamente mayor que la prensa. Son ellos los que determinan la información, son ellos los que crean el acontecimiento público, son ellos los que inciden en el debate político, son ellos los que determinan la cultura y el acontecer cotidiano de nuestros países. Pero estas redes no expresan los contenidos reales, los deseos y objetivos de nuestros pueblos. Es más, son el instrumento tapón, para impedir la unificación de las energías y consciencias de su vocación transformadora. A nadie se le escapa que la única posibilidad que tienen los pueblos de cambiar su realidad, es organizando pacíficamente sus energías, para participar con real protagonismo en la transformación de su sociedad, en el control de las administraciones públicas, en el control (como usuarios y consumidores) de la calidad de los servicios públicos, porque son los ciudadanos los que financian las administraciones.

Estas vocaciones y estos objetivos, en nuestros países, en general, no se realizan, a pesar de estar en las constituciones, a pesar de tener leyes, el poder copta a las clases gobernantes. Al menos, desde la Argentina, traemos una experiencia dolorosa: en las últimas décadas el ciudadano fue consecuentemente traicionado en el voto, primer y único instrumento que tiene para cambiar su situación. Cultura de la traición al sagrado mandato ciudadano. Esa cultura de la traición es la cultura que han difundido los medios de comunicación de masas como principal instrumento, de las corporaciones económicas para impedir los cambios, para impedir las transformaciones que nuestros pueblos necesitan para acabar con el hambre, para acabar con la pérdida de derechos sociales, de la seguridad social, jubilación, salud, educación.

Muchos creyeron que la desregulación y privatización de los medios de comunicación, iba a traer la multiplicación de las propuestas, iba a multiplicar los contenidos. Fue al revés: lo que se multiplicó fue la repetición al infinito de los mismos contenidos. Porque los espacios informativos y de debate fueron captados por periodistas empresarios que vivían de los avisos de las corporaciones y ejercieron y aún ejercen en mi país, un rol nefasto haciéndole creer al espectador un conjunto de mentiras, mentiras tales que llevaron a una honda disociación entre lo que creía el imaginario de los espectadores y lo que sucedía en la realidad. Tanto fue así que en la Argentina, el sistema empresarial neoliberal terminó, con sus bancos, llevándose los depósitos de los ahorristas al extranjero. La Argentina “rica”, la de Menem, el mejor alumno del Fondo Monetario Internacional, la Argentina aplaudida y premiada por “exitosa”, terminó en una bancarrota espectacular, endeudando el país cuatro veces más, después de haber perdido todo su patrimonio público... (Aplausos) ... Para dejar el 60% de argentinos por debajo de la línea de pobreza... (Aplausos) ... Y dejándonos cuarenta mil muertos al año por hambre, por enfermedades curables.

En un reciente debate en Ginebra, con un representante del FMI, el funcionario me dijo: "Pero... el Fondo no es responsable de esto que pasó en la Argentina, fue la corrupción de sus gobernantes". Bueno, por cierto, la primera responsabilidad era de los gobernantes, porque nadie está obligado a decir sí. ·”Pero... señor funcionario –le contesté- ustedes nos impusieron con chantajes permanentes, planes económicos que Menem y De la Rúa aplicaron de rodillas, porque fueron impecables como alumnos. Pero no solo ustedes nos exigieron con chantajes y amenazas, también los medios de comunicación impusieron la idea de que ‘si no aceptan esto habrá represalias, caerán en default, o que el riesgo país subirá o serán expulsados de la galaxia y el cosmos...’" Los medios crearon la cultura de la derrota, (aplausos) crearon la cultura de la resignación y la sumisión. Digo bien, cultura de la derrota, cultura de la resignación, cultura de la falsa gobernabilidad: "hay que hacer esto porque es lo único posible".

Pero no era lo único, señores del FMI, ustedes tenían en la Argentina y siguen teniendo una misión permanente, una misión con sus propios funcionarios en el interior del Ministerio de Economía y en el Banco Central de la República Argentina. Ustedes saben día a día mucho más de lo que sabemos nosotros, ustedes saben día a día cuánto dinero entra y sale del país, ustedes saben día a día las operaciones corruptas, de lavado de dinero, de vaciamiento, de transferencias. Ustedes saben día a día qué leyes y qué artículos les exigen a nuestros parlamentos cambiar. Ustedes fueron partícipes plenos del saqueo de la riqueza de nuestros pueblos. Ustedes son responsables, co-responsables del genocidio social que padecemos. El genocidio social que nos trae treinta o cuarenta mil víctimas por año, y no exagero diciendo -porque tengo conciencia cultural, porque respeto a José- que es genocidio, que estos economistas y tecnócratas, que buscando fuertes beneficios para sus bancos y corporaciones, nos impusieron planes que condenaban al desempleo, a la desocupación, a la pérdida de seguridad social a millones de latinoamericanos. Esos responsables, son responsables de crímenes de lesa humanidad en tiempos de paz, crímenes de lesa humanidad en tiempos de paz... (Aplausos) Algún día esta consciencia, esta energía que se empieza a desarrollar y que une a los pueblos, deberá construir sus tribunales internacionales para juzgar a los pseudoinocentes economistas, tecnócratas y políticos que nos ejecutaron estos crímenes silenciosos y cotidianos. En la Argentina, al menos, por año nos dejan más muertos que todos los del terrorismo de Estado y la guerra de Malvinas (Aplausos)

Pero volviendo al tema de los medios de comunicación de masas, la globalización, no multiplicó la independencia de las voces, de los discursos o de los contenidos, todo lo contrario: estamos soportando a nivel mundial la acción silenciosa y destructora, manipulante y uniformizadora, del imperio mediático del Norte. Tres o cuatro grandes grupos mediáticos controlan hoy el 90 por ciento de la televisión mundial. Tienen, por cierto, cientos de bocas en nuestros países que en cadena utilizan parte de su programación, copian sus estéticas y sus formas. En ese gigantesco espacio mediático lo más sorprendente es que no tiene cabida nuestra historia. El espacio audiovisual está amnésico. Nuestros pueblos no tienen historia, no hay un documental, no hay un programa que rescate un evento histórico, que rescate un personaje, un héroe, un artista, un científico, un acontecimiento. Es como si nuestros países hubieran nacido ayer. Los jóvenes, que pasan más horas frente al televisor que en la escuela o en la universidad, terminan sintiendo y conociendo más a los personajes y las efemérides de Los Ángeles, Miami, New York, París o Londres, que los nuestros. Es tan escandalosa la censura sobre los contenidos, formas y sensibilidades nuestras, que ni el cine latinoamericano es proyectado en canales Latinoamericanos. (Aplausos)

Habría que recordarles que en Europa, que tiene cierta cultura, por cierto, y no es tonta, saben que a la agresión y a la insolencia de la ocupación de los espacios mediáticos, por las producciones hollywoodenses, desarrolló uno de los mayores debates culturales de los años 90 en Europa. El debate sobre la televisión, "televisión sin fronteras" lo llamaron. Fue un debate, para defender la lengua, la memoria y el gesto, porque no todos miran ni nos expresamos igual. Por la mirada, por el gesto, por la historia, por la lengua, por la memoria, digo bien, por la cultura, Europa dijo: no es lo mismo la cultura a un lavarropas o un automóvil, por eso, excepción para la cultura, e impuso el 51% de producción europea en todo el espacio televisivo, 51% en todos los espacios televisivos. Pero también impuso -como síntesis de un debate donde se movilizaron todas las fuerzas de la cultura, del cine, de la música, del espectáculo, del teatro, durante casi diez años- impuso una normativa-marco, de marco regulador, que aseguraba reglas democratizadoras y reglas custodio para ese extraordinario espacio público, que es el que mas actúa sobre la ciudadanía.

Nosotros tenemos en América Latina el peor de los modelos, el modelo que se financia por publicidad, ese sí, los programas son pagados por las grandes empresas. Como consecuencia es muy difícil encontrar en la televisión abierta de nuestros países, las voces y los discursos que cuestionan al modelo. Se ejerce un nuevo tipo de censura en la Argentina, hoy, que funcionan las instituciones democráticas y que está en curso un proceso de democratización importante. Aún hoy, todos los periodistas editorializan las noticias, inducen con sus preguntas la línea o la tendencia de la opinión del espectador "¿No piensa usted que pasaría si no hiciéramos tal o cual cosa?..." etc...

Es un verdadero escándalo la militancia activa que a favor del modelo neoliberal tienen los comunicadores de la inmensa mayoría de los espacios públicos audiovisuales de América Latina y que están en manos de algunos grupos familiares importantes, incluso algunos extranjeros. En la Argentina buena parte de la red está en manos de Telefónica de España, pero en España no hay ningún canal que esté en manos de argentinos. Entonces hago hincapié en que sin democratizar los espacios televisivos y audiovisuales será muy difícil profundizar los anhelos de ciudadanía de nuestros pueblos y será muy difícil avanzar en los contenidos de una democracia plena, social, como la que anhelan nuestros pueblos. Este proceso democratizador exige un profundo debate. Yo constato casi siempre que en nuestros encuentros culturales debatimos todos los temas, pero nunca analizamos críticamente el primer espacio de comunicación y debate que son los medios televisivos.

Es que la clase política de nuestras sociedades mediáticas no quiere confrontar ni enemistarse con los dueños privados de los medios, porque siempre hay una relación cercana, una interdependencia. Quiero decir que si no existe una fuerte movilización en la sociedad, si este tema no lo toman las Organizaciones no gubernamentales, si no lo toma la sociedad y lo exige desde abajo, difícilmente nuestros parlamentos traten o legislen marcos reguladores democráticos que aseguren un ejercicio pluralista, democrático, que asegure al espectador el derecho a la comunicación que su Constitución le promete, que asegure al ciudadano el derecho a la información objetiva, veraz, plural, que su Constitución le otorga. (Aplausos)

Entonces, querido José, ¿y agora qué? Vocé no murió José, vocé está vivo, José. Los pueblos quieren protagonismo, participación, son la única garantía del cambio. Los pueblos saben que no hay derecho mayor que cumplir con sus necesidades. Los pueblos saben que es posible, los pueblos saben que otro mundo es posible, porque nuestros pueblos construyen mucha riqueza, más riqueza de la que necesitan para superar sus necesidades básicas. Los pueblos saben que aquí lo que nos falta es impulsar desde abajo, la relación de puentes comunicantes, oponerle a los medios de comunicación del mercado, medios alternativos. Hay que generar nuevos canales, hay que generar canales alternativos. Es una vergüenza que Latinoamérica todavía no haya construido su propia red informativa, que no haya construido su propio canal de televisión para emitir a los latinoamericanos y al mundo la palabra, la información y la imagen de nuestros pueblos. NO... para conocer lo que nos pasa debemos conectar la CNN. Estos son déficit grandes, pecados mortales que debemos superar. Hay que crear esos medios alternativos, nuevos canales, nuevas radios

Nosotros que sabemos que hoy hay dos barcos en el puerto de la utopía por venir. Un barco dice, "ustedes no pueden, ustedes deben seguir nuestra indicaciones y las reglas de nuestros mercados" Ese barco se llama ALCA, ese barco nos lleva a la dolarización, ese barco termina con nuestras industrias, ese barco termina con la pérdida de la identidad y la idiotización de nuestros pueblos.
Del otro lado hay otro barco, ese barco dice que debemos construir la gran Nación inacabada de América Latina. (Aplausos) Ese barco dice que queremos un Mercosur desde el Caribe a Tierra del Fuego, ese barco dice, queremos una salida para los trescientos o cuatrocientos millones de latinoamericanos. Ese barco dice, queremos nuestra industria, queremos hacer realidad la cultura de la diversidad, el respecto a las culturas y los pueblos originarios. Ese barco dice, queremos comunicarnos con todas las culturas del mundo, pero defendiendo nuestros espacios e identidades nacionales. Ese barco dice, queremos transformar la realidad, en paz, y todos los días, y desde ahora, y caiga quién caiga, y cueste lo que cueste. Porque sabemos que es posible, y porque sabemos que nuestro mensaje es un mensaje de paz y de amistad para todos los pueblos del mundo. Por eso querido José, querido de Drumond de Andrade, usted no murió y usted no morirá más. (Aplausos y ovaciones)

Fin

     
   
   











 
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